Problematica de la Mujer
Feminismo y justicia social

 

Feminismo y justicia social

Fuente: La Republica del 20/08/2001

Reflexivo diálogo sobre los mitos y contradicciones que rodean el tema de la reivindicación de la mujer

El siglo XIX fue un período decisivo de la revaloración de la mujer, pues se inició una imparable carrera para alcanzar justas reivindicaciones en aspectos políticos, sociales y culturales. Ese fenómeno social insurge con la modernidad, pero, acabado el siglo XX y caminando ya en el tercer milenio, la connotación del término se ha complicado, lo cual ha originado polémica. ¿Qué es el feminismo? ¿Se refiere únicamente a un movimiento organizado? ¿Es el conjunto de teorías sobre la mujer? ¿Es la negación del patriarcado? ¿Aspira a comprender mejor la interdependencia de ambos géneros? Los psicoanalistas Max Hernández y César Rodríguez Rabanal trataron este tema en el programa Psicosocial, que todos los sábados se transmite por Canal N, con el auspicio de La República.

C. Rodríguez Rabanal: El feminismo es un producto de la modernidad, es fruto de la era industrial. En sus inicios era imposible distinguir las reivindicaciones femeninas de las reivindicaciones obreras, y las más connotadas feministas eran socialistas. El año 1917, en que las mujeres sufragan por vez primera en Inglaterra, Freud había publicado ya numerosas y pioneras obras psicoanalíticas, algunas de ellas referidas a la mujer. Sus planteamientos fueron más tarde puestos en entredicho por algunas feministas.

Max Hernández: Freud se preocupa del tema femenino en dos sentidos fundamentales: uno, porque la enfermedad emblemática de fines del siglo XIX era la histeria y el misterio del salto de lo psíquico a lo físico; y en segundo lugar, por el tema mismo de lo femenino: ¿qué quiere la mujer?, se planteaba.

C. Rodríguez Rabanal: Las reflexiones freudianas sobre la mujer inicialmente no calaron muy hondo en la sociedad. Primó la versión economicista de las reivindicaciones femeninas. El famoso tratado de Engels sobre el origen de la familia y el Estado se convirtió en una especie de panacea para las feministas de la época. Sostenían, amparándose en aquél, que con la desaparición de la propiedad privada se diluiría la familia burguesa y por ende la discriminación femenina.

Max Hernández: Hay una psicoanalista argentina que publicó un libro hace ya unos diez años, cuyo título es muy sugerente: «El feminismo espontáneo de la histeria». Es decir, la histeria, en tanto enfermedad, implicaba las contradicciones que, por otro lado, las sufragistas inglesas querían resolver en el ámbito social. Como si en el espesor de lo psíquico las contradicciones no resueltas desembocan en una neurosis, y en lo psicosocial desembocaban en un reclamo.

C. Rodríguez Rabanal: Y ahora, ¿qué es el feminismo? ¿Se refiere únicamente a un movimiento organizado? ¿Es el conjunto de teorías sobre la mujer? El feminismo también se ocupa de cuestiones de la vida cotidiana. Foucault, por ejemplo, decía que el feminismo es una especie de antidiscurso, puesto que se define por la negación del patriarcado. Este, de otro lado, no consiste en una pléyade de hombres; es un sistema cultural anidado en instituciones, en las ideas, pero también en el alma de las propias mujeres.

Mujer y política

Max Hernández: Pero, ¿el conjunto de reivindicaciones femeninas es algo inscrito en la lógica de la lucha democrática, o es algo manipulable, ficticio, que se puede agregar o quitar de acuerdo a las conveniencias coyunturales?

C. Rodríguez Rabanal: En la última década, se produjo una notoria escición entre un discurso aparentemente reivindicador de la cuestión femenina y la lógica autoritaria que caracterizó al fenecido régimen, una suerte de convivencia esquizofrénica que confundió a muchas mujeres, feministas o no.

Max Hernández: Una pregunta que se hacían varios intelectuales,políticos y analistas en Inglaterra era si el triunfo, por ejemplo, de la señora Thatcher era un triunfo que el feminismo podría reivindicar como suyo, más allá del hecho de que gobierne una mujer.

C. Rodríguez Rabanal: Indudablemente fue el triunfo de una mujer plenamente identificada con la ideología del patriarcado. En el caso peruano, hubo algunas despistadas feministas que creyeron en el discurso falaz del fujimorismo, pero hubo también otras que se valieron de esta retórica para morigerar el rubor que podía producirles obtener prebendas: programas financiados, a través de la mediación de instancias gubernamentales, por fundaciones extranjeras u organizaciones de ayuda estatal de países industriales. Ciertamente que quienes denunciaron abiertamente la falacia fujimorista quedaron en el ostracismo.

Max Hernández: Hay algo que creo que es importante, más allá de esas manipulaciones. El punto sigue siendo cuán presente está la reivindicación que plantean las mujeres como grupo, como esa mayoría tratada como minoría, y cuán presente están las reivindicaciones que provienen de la práctica vital femenina. Hay quienes dicen que la mujer está más cerca del sufrimiento.

C. Rodríguez Rabanal: Ciertamente, y, volviendo al tema Thatcher, parece evidente que este personaje político accedió al poder plenamente identificada con los llamados valores masculinos. Profunda creyente de la heroicidad, de la dureza, del éxito. En fin, una postura muy lejana a los afectos. A propósito de esta política, cabe mencionar lo determinante que resulta la forma como son socializados los varones y las niñas. Estas últimas suelen desarrollar una mayor capacidad de empatía, un mejor contacto con sus sentimientos.

Max Hernández: Como se mencionó anteriormente, el voto femenino se consiguió en Inglaterra en 1917, es decir, cuando terminaba la Primera Guerra Mundial, y en el Perú en 1956, cuando se sale del gobierno dictatorial de Odría, en 1956, y se abre un breve paréntesis democrático, endeble, tentativo. Parece, pues, haber una relación importante entre las aspiraciones democráticas y la cuestión femenina.

C. Rodríguez Rabanal: ¿Cómo se articula? ¿Y cómo logramos transitar de los innegables logros formales, de la dación de leyes que apoyan las causa femenina, hacia un talante realmente emancipador, hacia una actitud antagónica a la idea del patriarcado?

Mujer y pobreza

Max Hernández: Cuán indisolublemente ligados están en nuestro país los temas de pobreza, desempleo, informalidad, madres solteras, cuidado de los niños. Es la realidad cotidiana de las grandes mayorías de nuestra patria.

C. Rodríguez Rabanal: Sí, y una parte sustantiva de esta realidad es el hecho de que muchísimas mujeres, sobre todo de los sectores depauperados, son el único referente de los niños que crecen exclusivamente al amparo de la madre.

Max Hernández: Roberto Lerner hizo una investigación con niños abandonados. Le preguntaron a un niño sobre su padre, y respondió que éste es una especie de mamá. Es decir, queda claro que el referente esencial es el materno, con las implicaciones que posee el hecho.

Paternidad y maternidad

C. Rodríguez Rabanal: Esto puede tener consecuencias en el desarrollo psicológico. Se agudizan las angustias de dependencia, los temores de separación. Se añade la endeblez de la madre que no cuenta con un soporte cercano, agotando además su capacidad afectiva en la lucha por la supervivencia. Inclusive en los sectores medio-altos, la educación de los niños parece que sigue siendo un asunto de mujeres. Sin embargo, algo hemos avanzado en estos grupos, pues ya hay hombres que comparten con las mujeres la tarea de cambiar pañales, de preparar la comida, de atender en general a los niños, pero todavía nos falta un largo trecho por recorrer. Por el contrario, en las sociedades desarrolladas, la legislación permite que después de un parto, indistintamente, la madre o el padre puedan solicitar licencia.

Max Hernández: Una madre que está sola está en una situación de desventaja, lo que no quiere decir que sus hijos estén sentenciados a desarrollar patologías. Es crucial que la sociedad busque la forma de ayudarlas a encontrar recursos internos y el apoyo externo que le permita ofrecer un protección adecuada a sus niños.

Violencia política

C. Rodríguez Rabanal: En la época de violencia política, hubo mujeres que representaban a organizaciones de sobrevivencia, que, en tanto luchaban por la vida, constituyeron un freno ante Sendero Luminoso. Esto motivó que se convirtieran en blanco de sus ataques, como fue el caso de María Elena Moyano, una aguerrida mujer que no dejó de cultivar sus atributos femeninos.

Max Hernández: ¿Cómo fue que Sendero Luminoso hizo, no sólo de la violencia y del terror, sino la muerte, el norte de su proyecto político? ¿Cómo eso atrapó a algunas personas que con sentimientos de culpa y odio trataron de encontrar un camino que sólo llevaba a la violencia y la muerte? La imagen de María Elena Moyano revela cómo se erguía no solamente como un símbolo de supervivencia y afirmación de vida, sino de afirmación de vida combativa.

C. Rodríguez Rabanal: Ella era intolerable, insufrible, para los adalides de la muerte. ¿Cómo lograron, dentro en este esquema, reunir a mujeres que participaran en atrocidades, y que terminaron siendo las más sanguinarias?

Max Hernández: ¿Qué pasó que absorbieron todo ese lado terrible de nuestra sociedad y lo trataron de transformar en una violencia privada, ideologizada? Es una pregunta que tenemos que resolver.

C. Rodríguez Rabanal: No olvidemos que pervertieron, llegando a extremos inimaginables, la idea de la educación. Sostenían que la única manera de formar al pueblo era asesinando a los que no se plegaran a sus consignas.

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La vasta rebelión antimachista

C. Rodríguez Rabanal: Se ha mencionado a Simone de Beauvoir, que en el año 1949 publicó el libro que se convirtió en referente fundamental, y no sólo para las feministas: «El segundo sexo». Allí se plantean las preguntas: ¿qué somos las mujeres?, ¿nacemos como tales? Se responde negativamente: nacemos como seres humanos y nos convertimos, por motivos históricos, culturales y sociales, en mujeres. Diríamos, adicionalmente a Simone, que lo mismo vale para los hombres.

Max Hernández: Ella inició una vasta reflexión, en la cual temas como sexo, género, roles sexuales, definiciones culturales de género son asuntos que entran y se ponen en tela juicio, cosas que antes eran inmutables y definitivas.

C. Rodríguez Rabanal: Salió al paso a prejuicios machistas, según los cuales la biología determinaría todo. Ella fue la primera que demostró fehacientemente que la determinación de la mujer o del hombre obedecía a factores culturales, sociales e históricos. Asimismo, introdujo la diferencia entre el principio de trascendencia, que asocia con lo masculino, y el de la inmanencia, que vincula con lo femenino.

Max Hernández: Si la mujer no ha tenido una cantidad importante de modelos, de referentes, a través de los cuales afirmar su potencial femenino, es posible que tenga que buscar referentes masculinos para afirmar sus potenciales. En esta búsqueda ha surgido la presencia del tipo que nosotros denominamos «mujer fálica». Estamos hablando ahora de la articulación entre lo psicológico y lo social, que es tan sutil y tan complicada.

C. Rodríguez Rabanal: Las llamadas mujeres fálicas son parte de los procesos de transformación, «desajustes» en el camino a nuevos equilibrios. El esfuerzo por articular el mundo externo con el mundo interno conduce a desmanes que paulatinamente van siendo corregidos.

Max Hernández: Otro punto es el uso del término de marras para mutilar reclamos justos. Es como decir que los hombres que tienen receptividad para los temas femeninos son afeminados.

C. Rodríguez Rabanal: Se pervierte el lenguaje, se convierte en un instrumento del poder, en el peor sentido de la palabra, convirtiéndose en un escollo para las justas reivindicaciones de las mujeres y de los hombres.

 

 

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