Cuestiones de IDENTIDAD
Cultura y política: dos concepciones

 

Cultura y política: dos concepciones

Fuente: La Republica del 10/09/2001 (Por Rodrigo Montoya)

Uno de los ejes que atraviesa esta columna periodística es la relación entre la cultura y la política, transparente gracias a los movimientos indígenas de todo el continente americano que son una novedad en el escenario político del último tercio del siglo XX. En tiempos del indigenismo, 1888 -1969, los pueblos originarios no tenían voz propia. Eran invisibles para la clase política, indeseables, una especie de vergüenza histórica que debía ser reemplazada por hijos de migrantes europeos traídos especialmente para "mejorar la raza". Personas de buena voluntad, los indigenistas fueron los primeros en verlos, en reconocerlos como seres humanos, como personas capaces de merecer el aprecio y el afecto de los otros por todo lo que hicieron a lo largo de su historia. A partir de los setentas aparecieron los primeros brotes de un movimiento que con el Frente Zapatista de Liberación Nacional de México (FZLN, 1994) y el "Movimiento Pachakutik" del Ecuador (1996) alcanza una primera madurez. Entre los y las comandantes indígenas mexicanos y los dirigentes indígenas ecuatorianos es común la voz propia, la voz de la tierra, la palabra sin traductores ni indigenistas de buena voluntad.

Ellas y ellos tienen ahora cinco grandes reivindicaciones: 1. El territorio como una vasta extensión para pueblos enteros, y no como una simple parcela familiar gentilmente ofrecida por los responsables de una reforma agraria. 2. Defensa de la cultura: déjennos ser como somos, sentir como sentimos, creer en nuestros propios dioses. 3. Defensa de la lengua: queremos aprender el castellano para defendernos, pero queremos seguir hablando la lengua de nuestros padres. 4. Defensa de una identidad, de una doble ciudadanía: somos peruanos, pero también aguarunas o asháninkas; somos mejicanos, pero también mayas, o somos ecuatorianos y también shuaras o quichuas. ¿Por qué ser peruano debe significar renunciar a ser aguaruna o asháninka? Finalmente, 5. Defensa de la naturaleza: la biodiversidad en la Amazonía y en los Andes, en las tierras tropicales de Meso y Centro América y nuestro saber son recursos preciosos no solo para nosotros, sino para México, Ecuador, Perú y la humanidad entera.

Hasta hoy, la clase política peruana ha visto a la cultura por encima del hombro, y entiende por política cultural desde el Estado un conjunto de medidas para defender el patrimonio, reunir las piezas de las distintas culturas en museos diversos, promover la cultura a través de las Casas de la Cultura o el Instituto Nacional de Cultura que se ha convertido en un gigantesco y casi inútil complejo burocrático y para promover el turismo. Con algunas ideas nuevas sobre el turismo se cierra el horizonte de esta propuesta cultural sin política, es decir, sin poder.

No tuvimos nunca en el país una propuesta cultural que tome en cuenta el poder. Nos hace falta una gran dosis de imaginación y osadía para salir del indigenismo en materia de cultura. La buenas palabras sobre "todas las sangres" y el uso de símbolos étnicos para fines electorales por parte del Sr. Toledo no anuncian hasta hoy nada más que lo mismo de siempre: promoción cultural sin tocar el asunto clave del poder. En esta misma columna he propuesto la necesidad de un Ministerio de Culturas (en plural) para tomar el toro por las astas y realizar las cinco grandes reivindicaciones de los pueblos indígenas en el Perú, descritas líneas arriba. Sólo mencionaré aquí un ejemplo preciso.

Los pueblos indígenas amazónicos tienen hasta hoy más o menos diez millones de hectáreas oficialmente reconocidas. También las comunidades quechuas y aymaras tienen otros pocos millones de hectáreas, pero ocurre que, de acuerdo con la legislación occidental y cristiana del Estado, los dueños de las tierras no son dueños de los aires, del subsuelo ni de los ríos. Sólo de la tierra pelada. Los bosques pertenecen en la práctica a los madereros; el subsuelo con minerales, petróleo y gas, a las grandes empresas multinacionales, y el oro de los ríos, a los voraces esclavistas de nuestro tiempo, aunque formalmente el Estado es el propietario. Si hablamos en serio de política y de cultura, comencemos por cambiar esta legislación: que los pueblos indígenas sean dueños también de los aires, del subsuelo y de los ríos. Ahí están los recursos propios de ellos y del país, para no pedir limosna a las financieras, a los bancos o a las Ongs. ¿Tienen idea ustedes, lectoras y lectores, de las fortunas que las compañías mineras y petroleras se llevan del país? ¿Cuándo va a terminar la lamentable política de regalarles los recursos y hasta liberarlos de impuestos?

¿Asusta un Ministerio de Culturas? No importa. Lo que cuenta es un organismo con poder, con recursos, con capacidad de cambiar la legislación. Lo que cuenta es renunciar para siempre al espíritu cristiano de la compasión y del paternalismo que supone tratar a los indígenas como menores de edad y ese viejo hábito de las financieras y gran parte de las Ongs de fomentar entre esos pueblos una ideología del asistido: porque somos pobres, regálennos.

 

colorbar.gif (4535 octets)
Informaciones y contacto:
resistencia@resistencia.org

Pagina principal: http://www.resistencia.org

 

webmaster@resistencia.org
Ultima modificacion de la pagina: 14/10/01