Cuestiones de IDENTIDAD
Colonos contra nativos: ¿de qué Estado se habla en el Perú?

 

Colonos contra nativos: ¿de qué Estado se habla en el Perú?

Fuente: La Republica del 29/01/2002 por Rodrigo Montoya

Uno. La comunidad nativa Los Naranjos, parte del distrito de San José de Lourdes, provincia de San Ignacio, departamento de Cajamarca, es dueña legítima de sus tierras por dos razones: porque, antes de que los españoles invadieran estas tierras, los pueblos indígenas habían organizado ese espacio; y segundo, porque tienen los títulos reconocidos por Resolución Ministerial 01642-79-AA-DGRA-AR del 13 de diciembre de 1979. En diciembre de 1995 ese territorio fue ampliado por la R.D. 764-95-AG-DRA. Esta propiedad está debidamente inscrita en la ficha 3640 del Registro de la Propiedad Inmueble de Jaén.

Dos. "El 7 de noviembre de 1997 el Proyecto Especial de Titulación de Tierras (PETT) de Jaén otorga títulos gratuitos con el membrete de Presidencia de la República de ciento dieciséis (116) parcelas en el sector San Pedro, distrito de San José de Lourdes, en área sobrepuesta al territorio de Los Naranjos. La Resolución 735-97-RENOM/DSRAG-J es firmada por el Ing. Víctor Zapata Rodríguez, director de la Subregión Regional Agraria I- Jaén"... Durante 1998 los parceleros de San Pedro ocupan las parcelas tituladas. Sin embargo, además otro grupo de 140 invasores, encabezados por Manuel Eugenio Alberca Mondragón, autodenominado presidente de la Asociación de Agricultores La Flor de la Frontera, empiezan a ocupar territorios de áreas tituladas de Los Naranjos. Los de San Pedro con títulos fraudulentos y los de La Flor de la Frontera sin ningún título". (Javier Aroca y Servicio de Información Indígena).

Tres. La organización aguaruna de San Ignacio protestó en todas las instancias por el abuso cometido por el propio Estado. Consiguió que se reconociesen sus derechos. Los cuatro desalojos que el Poder Judicial ordenó en 1999, 2000, 2001 y 2002 quedaron en el papel porque los jueces y la Policía Nacional no tuvieron el interés y la fuerza suficiente para hacerlos cumplir, pero sí la complicidad suficiente para informar a tiempo a los invasores, de modo que cuando el pelotón policial representaba la función teatral de llegar a desalojar se encontraba con fuerzas numerosas contratadas por los invasores. Los valientísimos policías retrocedían y no pasaba nada.

Cuatro. El 19 de enero del 2002, decenas de aguarunas armados con escopetas y machetes fueron en busca de los colonos invasores. El resultado: catorce muertos (siete adultos y siete niños), un combate más entre peruanos: unos con la legitimidad de la propiedad de la tierra, y otros con títulos vendidos por funcionarios corruptos del Estado.

Cinco. El lenguaje del siglo XVI vuelve: se trataría de un enfrentamiento entre la civilización y la barbarie. Se supone que el Estado republicano con sus leyes representa a la civilización. ¿Son civilizados los funcionarios del Ministerio de Agricultura que trafican con las tierras vendiendo o regalando títulos en propiedades de las comunidades nativas? ¿Son civilizados los jueces que no son capaces de hacer cumplir sus propios fallos? ¿Son civilizados los jefes policiales que se ponen de acuerdo con los invasores para no desalojarlos? ¿Estado? ¿De qué Estado estamos hablando? En San Ignacio el Estado no cuenta para defender los derechos de los pueblos indígenas. ¿Fueron bárbaros los aguarunas al tener sus tierras debidamente legales y registradas, al recurrir cuatro veces al Poder Judicial?

Seis. La historia que acaba de terminar con un libreto suficientemente conocido comenzó cuando los invasores españoles despojaron de sus tierras a todos los pueblos indígenas, desconociendo su condición de seres humanos. Jinés de Sepúlveda, el fraile creador de la derecha en el Perú, escribió, a mitad del siglo XVI, el libro Tratado de las justas causas en la guerra contra los indios. Recomendaba matar a los indios por ser necios, salvajes, torpes, brutos, practicantes de sacrificios humanos. Ese fue el primer consejo para las autoridades y policías de esos tiempos.

Siete. Más tarde, en el pleno siglo XX, se inventó un cuento maravilloso: el vacío amazónico. En la selva estaría el futuro, y habría que ir a conquistarla. El arquitecto Fernando Belaunde habló de "la conquista del Perú por los peruanos". Que miles de colonos vayan a la selva, allí no hay nadie, las tierras están vírgenes, que surjan centenares de moradas. ¿Y los pueblos indígenas? No existen, son invisibles. Bajo el paraguas de este discurso se protegen traficantes de tierras que en miles de personas crean la ilusión de convertirse en propietarios. El libro de Richard Chase Smith Las comunidades nativas y el mito del gran vacío amazónico (AIDESEP, 1983) es una fuente de gran valor para conocer este tristísimo capítulo de nuestra historia. Volveré sobre esto el próximo domingo, porque la tragedia de San Ignacio merece atención mayor. ¿Hasta cuándo tendremos que lamentar que las leyes en el Perú no cuentan o cuentan muy poco?

 

 

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