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Militares, armas, armamentismo y futuro

Militares, armas, armamentismo y futuro

Uno. Al asumir el gobierno y en su visita a Chile, Alejandro Toledo propuso que los gobiernos de la región no gasten más en armas  porque prácticamente todos los conflictos han quedado resueltos. La paz con Ecuador ha sido el último capítulo de un largo proceso. ¿Sabían los servicios de inteligencia de la solicitud de compra de aviones F16 por parte de las fuerzas armadas chilenas? Si fue así ¿por qué no informaron a Toledo para evitarle el bochorno de ofrecer grandes frases en el aire?

Dos. La compra en Chile de esos aviones y muchas otras armas en los próximos años no es sino un hito más en una carrera de armamentismo que no comenzó hoy, ni ayer, sino desde el primer minuto de existencia de las fuerzas armadas; es decir hace casi dos siglos. Armamentistas son todas las fuerzas armadas, por definición y principio. ¿Se arma un país sólo para defenderse? Esa es una tontería porque los propios militares repiten hasta la saciedad que la mejor defensa es el ataque. El ideal para los generales del mundo entero es contar con la "fuerza disuasiva" más poderosa del mundo. Hacer realidad ese sueño sólo es privilegio de unos cuantos países con muchísimo dinero disponible.

Tres. Como en el Perú se fabrica muy poco o nada e importamos uniformes para la policía y hasta palitos de dientes, se compra las armas a las empresas que industrializan la guerra y la muerte por conexión directa o a través de esa mezcla de vendedores de armas y gángsters como los amigos de Fujimori, Montesinos y Hermoza Ríos. Están en juego miles de millones de dólares.

Cuatro. Hasta hoy, el negocio de comprar y vender armas ha sido y sigue siendo un secreto militar, un "secreto de estado". En este punto preciso se sitúa la corrupción estructural. "Que los enemigos de fuera y de dentro no se enteren" es la primera consigna. "Que nadie meta sus narices en esas compras", es la segunda. Conviene no olvidar que tenemos en el Perú una tradición de coimear de casi cinco siglos.

Cinco. Estalló la paz y volvió la guerra en Colombia, aquí al lado. No hay modo de seguir ocultando ese conflicto. Si Chile se arma, nosotros también, piensan los generales. "Si la guerra de Colombia entra en nuestro territorio debemos estar preparados. Necesitamos armas, más armas, más aviones, más tanques" y etc., etc. ¿Recuerdan, lectoras y lectores, el pretexto que usó Fujimori para regalarle 15 millones de dólares a su cómplice Montesinos como compensación por los servicios prestados antes de partir de vacaciones forzadas? Precisamente, la guerra con Colombia. La espiral perfecta de armas y más armas se reproduce. ¿Cómo escapar de ese círculo vicioso?

Seis. Llega a Lima la amenaza de extensión del conflicto colombiano. Sendero sería un peligro nuevamente. ¿No decretaron su muerte en 1995 y en 2000? Dicen que serán creadas nuevas bases militares. Dicen que los enemigos de dentro se multiplican. ¿Cuánto hay de verdad en toda esta historia? Para hacerle frente a esa amenaza se necesita dinero y armas. Todos los caminos llevan al armamentismo.

Siete. El gobierno acaba de anunciar una reforma de las Fuerzas Armadas. El propósito de despolitizarlas, reducirlas, democratizarlas llega sobre un terreno militarmente abonado por el enorme gasto chileno en aviones, fragatas y tanques y por la hipotética presencia de las FARC colombianas en el territorio peruano. Se reunirán al mismo tiempo los procesos de reformar las fuerzas armadas y de rearmar a esas fuerzas.

Ocho. ¡Vaya desafío! Pedirles a los militares democracia, transparencia y control en sus gastos, respeto del orden político democrático, una justicia militar que deje de ser un himno a la parte convertida en juez. ¿Pedirles que renuncien a sus enormes privilegios? En buena hora si fuera posible. ¿Será?

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